Regular la reactividad.

 

Cada día ocurren un montón de cositas molestas que pueden hacer que perdamos el buen humor: se te cae la cuchara dentro de la sopa, una llamada fantasma por teléfono cuando te estás duchando, el conductor de autobús que no te abre la puerta después de llegar corriendo a la parada, un coche que ha ocupado dos espacios cuando estás buscando sitio...  Cuando estas cosas ocurren, nuestra mente y cuerpo reaccionan: nos enfadamos, o nos decepcionamos, o incluso podemos llegar a estallar y salir como un Miura a poner el mundo en su sitio… Al final del día quien más sufre por nuestros enfados, somos nosotros mismos, y si se van acumulando podemos acabar exhaustos, estresados, y con menos recursos para afrontar otros retos, con menos energías para hacer las cosas que sí nos benefician, o que son realmente importantes.

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“Nuestras reacciones son un hábito, un patrón de comportamiento que se ha asentado en nuestro cerebro, y las conexiones neuronales que lo provocan se han solidificado, físicamente en el cerebro, convirtiéndose en automáticas, por eso es tan difícil cambiar los hábitos y controlar cómo reaccionamos”.

Para contrarrestar y combatir los efectos negativos de esta reactividad, hay que entender, que es normal que sintamos irritación ante estas cosas. Nuestro cerebro, por el llamado sesgo de negatividad o condicionamiento negativo, está programado para fijarse más en cosas negativas y hacernos sentir mal por ellas. Esto no lo podemos controlar, va a seguir ocurriendo y es fundamental, para empezar, aceptarlo totalmente. Es así.

Lo que sí que podemos hacer, que es lo que realmente tiene importancia, es gestionar cómo respondemos, qué hacemos después de que esto haya ocurrido… Y aquí es donde el mindfulness tiene su impacto.

Nuestras reacciones son un hábito, un patrón de comportamiento que se ha asentado en nuestro cerebro, y las conexiones neuronales que lo provocan se han solidificado, físicamente en el cerebro, convirtiéndose en automáticas, por eso es tan difícil cambiar los hábitos y controlar cómo reaccionamos. Pero con la práctica, y esto es lo que hacemos con la meditación mindfulness, aprendemos a reconocer, suavizar e ir deshaciendo esos patrones, de forma que nuestra reacción deje de ser automática y creando un nuevo patrón, un nuevo hábito que nos permite parar y utilizar ese espacio para observar cómo nos sentimos, qué sensaciones físicas tenemos, para ofrecernos un poco de cariño o de humor incluso, y tomar perspectiva, por ejemplo, me puedo hacer la pregunta: ¿cuánta importancia le quiero dar a esto ahora?, y entonces responder de forma más calmada, con más control.

Este artículo está sacado de nuestro taller de Espacio Mindfulness “Regular la reactividad”. Puedes escucharlo aquí, incluida la meditación guiada que lo acompaña.


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