Qué es la segunda crisis de la pandemia y cómo gestionarla con mindfulness.

 

La pandemia ha traído una crisis global tanto económica como social, pero uno de sus efectos más devastadores y menos atendidos es el daño emocional y psicológico que todos estamos sufriendo. Es lo que algunos denominan como la segunda crisis, y si la ignoramos o no la gestionamos debidamente, la recuperación va a ser más larga y mucho más complicada.

En este artículo te explicamos cómo puedes utilizar el mindfulness para atender y gestionar los efectos de la segunda crisis de la pandemia.

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Cuando hablamos de segunda crisis no nos referimos a la segunda oleada de contagios de coronavirus que estamos sufriendo, ni a la crisis económica y social consecuencia del coronavirus, sino a la reacción natural que todos y cada uno de nosotros estamos teniendo ante esta pandemia global. En esta sesión te explicamos qué es y cómo se está manifestando, cómo nos afecta a nosotros y a aquellos a nuestro alrededor, las consecuencias de ignorarla o no prestarle la debida atención, y al final te contamos qué puedes hacer, qué prácticas específicas te van a ayudar a gestionarla mejor. 

A pesar de que conocemos el daño psicológico que la crisis del coronavirus está teniendo sobre la población, es un área a la que apenas se le presta atención y en la que no se está invirtiendo. Un daño que afecta a todos, ya sean familiares de personas que han sufrido la enfermedad o han fallecido, los que lo sufren, los trabajadores de la salud que llevan meses saturados y estresados, los profesores, educadores y los padres, todos los trabajadores de empresas y autónomos que han visto sus puestos y negocios afectados, paralizados o cayendo en picado y teniendo que cerrar… Pero esta situación también está afectando a todos los demás que tienen más seguridad o más suerte y no están viéndose en una situación de apuro. También les afecta, porque a nadie le gusta contemplar todo este sufrimiento, ni esta sensación generalizada y continuada de incertidumbre… Si hay una cosa que esta crisis nos está enseñando o más bien recordando, es que somos seres profundamente sociales, y lo que hacen y sienten otras personas, me afecta, directamente, de manera personal, del mismo modo que a ellos les afecta lo que yo hago, y como me siento.

“ La vergüenza se alimenta de la clandestinidad, ahí se hace fuerte… no resiste cuando sale a la luz. Es necesario que podamos admitir que estamos pasando por un mal momento, que estamos sufriendo y poder ofrecernos cariño y comprensión porque no es fácil”.

En las conversaciones que tenemos regularmente con familiares, amigos y gente de la comunidad, cuando preguntas ¿cómo te sientes ahora en comparación con antes de la pandemia? ¿qué ha cambiado? La respuesta siempre anda por los mismos caminos: peor, todo es un desastre, a ver si pasa esto pronto… Es fundamental que cada uno de nosotros nos hagamos esta misma pregunta, y que nos respondamos honestamente. Y si hay algo que ha cambiado, si nos damos cuenta que nuestro estado de ánimo es distinto que antes de que todo esto empezara, es necesario reconocerlo. Porque si lo ignoramos, o lo rechazamos, o no le prestamos la atención que se merece, es muy probable que se manifieste de alguna otra manera, con emociones muy fuertes e intensas, o con comportamientos no deseados, más reactivos (con malas respuestas, o crispación por ejemplo) o más compulsivos o incluso adictivos, buscando ese hacernos sentir bien en el momento como comer, o beber más de lo habitual, o recurriendo a otras adicciones buscando acallar esas sensaciones de malestar, tapándolas, pero que no nos van a ayudar sino que lo normal es que las empeoren y las amplifiquen, añadiendo más sufrimiento. No son buenas estrategias.

Entonces ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos enfrentarnos ante esta situación que nos sobrepasa sobre la que no tenemos control y que es posible que continúe durante un tiempo? Bueno aquí te contamos una serie de prácticas de mindfulness que ayudan a establecer una relación distinta con lo que está ocurriendo, con las emociones y sensaciones que estamos experimentando, con los comportamientos que estemos manifestando de tal manera que podamos abarcar la experiencia en su totalidad de forma calmada, y no solo que nos permita no vernos arrastrados sin control hacia esas emociones intensas y esos comportamientos no deseados, sino que además nos sirva para fortalecer nuestra resiliencia, para que nos recuperemos cada vez con más rapidez.

Lo primero es “Hacer una pausa” - Con esto nos referimos a parar literalmente, buscar un momento en el que no tengamos que estar respondiendo a emails o yendo de un sitio a otro, o comiendo, o haciendo algo por la casa. Necesitamos darnos un poco tiempo y espacio para observar qué es lo que estamos sintiendo, que es lo que está ocurriendo… dejar que se manifieste.

Y entonces podemos “Reconocer” - ¿Cómo me está afectando toda esta situación? Qué es lo que estoy sintiendo? ¿Cómo me encuentro en este momento? ¿Siento frustración, o estrés, o ansiedad, o estoy como anestesiado? Se trata de reconocer y nombrar de la mejor manera posible mi relación con la situación que estamos viviendo, de forma sencilla: estoy sintiendo estrés, estoy sintiendo desilusión por el futuro, ira o crispación, tristeza, agobio… o una combinación de varias emociones.

En tercer lugar, lo que hacemos es “Aceptar” esa realidad que estamos experimentando en este momento. Esta parte le resulta muy difícil a mucha gente, porque lejos de querer aceptarla, lo que sienten es puro rechazo. Es importante no obsesionarse mucho con los resultados, “la he aceptado, no la he aceptado”. Lo importante es crear una intención de aceptar totalmente esa experiencia, porque independientemente de que nos guste o no, está aquí, es nuestra realidad del momento, y para poder gestionarla tenemos que reducir esa fricción, ese rechazo natural e instintivo que tenemos hacia las cosas que nos parecen desagradables, que no nos gustan. Puede ayudar decir alguna frase como: “Acepto que estoy sintiendo ansiedad” por ejemplo, aunque no la percibamos como verdadera, el simple hecho de decirla ya empieza a suavizar esa relación que tenemos con la emoción.

Seguidamente, podemos dedicar un tiempo a “Investigar” cómo estamos sintiendo esta emoción en nuestro cuerpo. ¿Dónde la estamos sintiendo: en el estómago, o en la garganta, o en la mandíbula, o en los hombros…? Y cómo ¿estoy apretando la tripa, o tengo la mandíbula en tensión, o siento el corazón latiendo muy fuerte…? Y ¿es una sensación intensa y localizada, o es algo más general y difusa? ¿Es una sensación continua, o intermitente, o que va cambiando? ¿O quizá no siento nada en particular? Esta exploración es muy importante porque todas nuestras emociones así como nuestro estado de ánimo, tienen una expresión física en nuestro cuerpo y el reforzar esa conexión con nuestro cuerpo y aprender a reconocer cómo se manifiesta, nos va a ayudar a saber cada vez con más precisión cómo nos sentimos y a darnos cuenta antes.

En cuarto lugar podemos “Ofrecernos compasión” a nosotros mismos. Esto a mucha gente le da vergüenza hasta oírlo, les parece una cursilada… Pero ofrecerse compasión es un acto que requiere de gran valentía y coraje. En nuestra sociedad hay una tendencia a ocultar la vulnerabilidad, lo que lleva a que mucha gente se hable a sí misma con dureza cuando pasa por un momento difícil: “eres débil, un perdedor, no deberías sentirte así, espabílate, ponte las pilas, deja de lloriquear...” La vergüenza se alimenta de la clandestinidad, ahí se hace fuerte… no resiste cuando sale a la luz. Es necesario que podamos admitir que estamos pasando por un mal momento, que estamos sufriendo y poder ofrecernos cariño y comprensión porque no es fácil. En este momento puede ayudar hacerse la pregunta: ¿Qué necesita esto de mi? comprensión, paciencia…

Y el último paso, es “Y ahora ¿qué?” - Todo este proceso lo que realmente está haciendo es crear una oportunidad para decidir qué dirección queremos que tomen nuestras decisiones, nuestras palabras, nuestras acciones… Y puede ser simplemente como ver que un pensamiento negativo no me ayuda en este momento y decido dejarlo pasar y redirigir mi atención hacia algo distinto o cambiar un hábito que sé que me está perjudicando o buscar apoyo en un amigo o familiar.

Lo importante de este proceso, es que nos sirva para tener más consciencia de cómo nos sentimos y de cómo nos está afectando, y para que nos libere, que entonces podamos decidir desde nuestra propia sabiduría qué hacer, cómo actuar.

Hay numerosas prácticas formales, meditaciones que están orientadas a fomentar y fortalecer este proceso, para que sea más fácil hacerlo en el día a día, que se produzca de manera natura. Te recomendamos la meditación RAIN (R - A - I - N de sus siglas en inglés) y también la meditación de Estar Presente con las Emociones.

Este artículo está sacado de Espacio Mindfulness “Qué es la segunda crisis de la pandemia y cómo gestionarla con mindfulness”. Puedes escucharlo aquí.


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