Agilidad emocional y mindfulness 2. Tomar distancia.
Los seres humanos tenemos una tendencia natural a identificarnos con nuestros pensamientos, y con nuestras emociones: soy nervioso, soy tímida, soy divertida, soy sociable… Esta relación la establecemos cada uno de nosotros según las experiencias que hayamos tenido en nuestra vida, según comportamientos o patrones que observamos que se repiten, según lo que otras personas nos dicen sobre cómo nos ven… Pero es algo que nos limita.
Si nos creemos que estos pensamientos y emociones nos definen porque pensamos que “somos así” y punto, nos volvemos mental y emocionalmente rígidos, estas creencias nos impiden ver lo que nos está ocurriendo con claridad y, muy importante, no dejamos espacio para considerar otras posibilidades.
“Al observar estos eventos separamos esa fusión que hay entre pensador y pensamiento, entre mi emoción y yo, y adquirimos así un estado mental que nos permite ver lo que experimentamos con mayor perspectiva”.
Experimentamos nuestra vida a través de eventos mentales: pensamientos, sensaciones físicas y emociones que, a nivel biológico, no son más que comunicaciones eléctricas y químicas a una grandísima velocidad entre distintas partes de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro, a través de nuestras neuronas y del sistema nervioso.
Los seres humanos tenemos la capacidad, que mejora con la práctica, de observar estos eventos mentales por lo que son: procesos biológicos que aparecen, están un rato, y antes o después pasan.
Al observar estos eventos separamos esa fusión que hay entre pensador y pensamiento, entre mi emoción y yo, y adquirimos así un estado mental que nos permite ver lo que experimentamos con mayor perspectiva.
Pero ésto no significa separarnos de nuestros pensamientos o emociones ya que siguen siendo parte de nuestra experiencia, no consiste en ignorarlos, ni rechazarlos, sino al contrario nos abrimos a ellos, con curiosidad, con una intención de investigarlos, y esto nos permite desengancharnos de ellos, para que no condicionen nuestras acciones y comportamientos. Creamos un espacio en el que podemos decidir cómo actuar.
Con la meditación entrenamos distinguir el pensamiento del pensador, la emoción de quien la siente a través de nombrar, de etiquetar estos eventos mentales: pensando, pensando, o dolor, dolor, o siento alegría, siento frustración...
En nuestro día a día es muy fácil incorporar esta práctica, en el momento en que te das cuenta de que te has distraído con algún pensamiento, sensación física o emoción, no tienes más que ponerle la etiqueta y seguidamente puedes decidir dejarlo pasar y llevar tu atención a aquello que estés haciendo en el momento o lo que tú consideres.
Este artículo está sacado de nuestro segundo día del ciclo de Agilidad Emocional de Espacio Mindfulness “Agilidad emocional y mindfulness”. Puedes escucharlo aquí, y si quieres hacer la meditación que lo acompaña, haz clic aquí.
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