Contamos a la gente nuestros planes amorfos.
La gente quiere respuestas, todos las queremos. Especialmente cuando se trata de grandes cambios, estos son temas profundos. Nos gusta sentir la seguridad que proporciona un plan metódico, especialmente si viene acompañado de una línea temporal y una tabla de Excel. Así que cuando el plan no tiene forma como el nuestro, el caos le sigue y tenemos todo tipo de reacciones.
Algunos muestran verdadera perplejidad y claro, hacen preguntas hasta el infinito pero al ver que no tenemos respuestas claras, dicha perplejidad aumenta por momentos: ¿Así que vais a dejarlo todo? Pero ¿por qué? Tenéis una casa preciosa y buenos trabajos. Y ¿qué vais a hacer? ¿No tenéis un plan? Los ojos como platos.
Otros relucen de emoción y sería hasta posible diseñar emoticonos con sus gestos y expresiones. ¡Qué planazo! Una gran aventura... ¡tenéis que escribir un blog! Ah pues mira… ¡qué buena idea!
Luego están los soñadores. Podemos ver cómo se imaginan haciendo algo así, con los ojos entornados, la cabeza apoyada en la mano, mirando al infinito, el tono de voz más lento y suave. Buah… increíble… Cómo me gustaría hacer algo así también… siempre quise viajar y salir de esta rueda de hámster...
Y entonces vienen los sombríos como una apisonadora: Bueno, pues es que ya os estáis haciendo mayores... y vais a tener que tener dinero para tener una buena jubilación… y el tiempo pasa rápido… y ¿estáis seguros de lo que estáis haciendo? Igual estáis cometiendo un error… Vemos un grado importante de realismo en todo esto pero ya es bastante difícil lidiar con nuestros propios miedos así que cambiamos sutilmente de tema: ¿Sabías que si le levantas el rabo a un canguro no puede saltar? Perplejidad.
Afortunadamente, los motivadores nos proveen de terapia gratuita que contrarresta el efecto sombrío, esta es la gente que nos da un gran abrazo y nos dice cosas como Estáis haciendo algo maravilloso o ¡Qué bien, no os conformáis con una vida que no os satisface! o ¡Qué soplo de aire fresco! o Lo que hacéis es muy responsable, sois sinceros y consecuentes con vuestras ideas. Nos vamos a casa saltando de alegría.
Algunos se quedan petrificados. Podemos ver el pánico en sus caras al pensar en hacer algo así. Es contagioso, como un bostezo, así que nosotros también nos quedamos petrificados. Como Medusa mirándose a un espejo. Nos miran a través como si estuviéramos escondiendo la pieza clave de información que les falta. Todos paralizados. La conversación no fluye.
Y de pronto, sin previo aviso, reacciones aleatorias e impredecibles que evidentemente tienen un trasfondo de confusión. Nos encanta este despliegue de imaginación: No vais a uniros a una secta y desaparecer para siempre ¿verdad? No es fácil reaccionar de forma grácil.
Ocasionalmente también nos topamos con personas que viven una vida alternativa sin hipotecas ni horarios de oficina, son raros de encontrar pero se les ve bien alimentados y bastante relajados así que con un atisbo de esperanza les escuchamos con atención: Intento no vivir con mucha certeza, tiende a decepcionar y El cerebro tiene miedo porque está diseñado para que sobrevivas, le importa un bledo tu felicidad. Verdades como puños.
La verdad es que nos encanta escuchar todos los comentarios y ver las diferentes reacciones. Nosotros las experimentamos todas, a veces varias al mismo tiempo y tenemos que hacer auténticas acrobacias mentales para mantenernos cuerdos y seguir adelante con nuestros fantásticos y aterradores planes amorfos.
Pero al final del día, lo único que realmente importa es lo que nuestro corazón tiene que decir al respecto. Así que abrimos una botella de vino y simplemente nos preguntamos: ¿Es esto lo que realmente queremos hacer? La respuesta no se hace esperar: ¡Por supuesto! ¡Adelante!
¡Salud!
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