Mindful-mess.

 

Todos queremos vivir una vida más feliz y que nos llene, ser más fuertes, más pacientes y estar en control de cara a la adversidad, aprender a ser más compasivos y que a base de masajes y estiramientos mentales, el cerebro pueda crear nuevas rutas y así explotar la recientemente descubierta neuroplasticidad. Es por esto que hemos invertido los últimos años en entrenar nuestras mentes con meditaciones, charlas, retiros, podcasts, libros… en serio, ¡hemos probado el kit completo!

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Sí, nos sentíamos preparados... ¡totalmente preparados! Así que, armados hasta los dientes con un arsenal de técnicas de bienestar y citas sabias, nos lanzamos a la jungla del cambio como comandos inflados a esteroides. Pero esta jungla es mucho más salvaje de lo que anticipamos. En menos de una semana desde de aterrizar en Madrid hemos hecho prácticamente todas las cosas que dijimos que no íbamos a hacer. ¿Es esto un simple tropezón? ¿una oportunidad para crecer? ¿no hemos aprendido nada? ¿o hay algun defecto profundo de base en nuestras aspiraciones? Nos encanta darle a las grandes preguntas así con un palito para ver si siguen respirando. Vamos a ver qué ha ocurrido pues.

Sabemos lo importantes que son la comida y la bebida en la cultura española, donde pocos entienden la interacción social fuera de los bares y, sabiendo que íbamos a vernos con MUCHOS familiares y amigos, decidimos no dejarnos arrastrar y evitar las tentaciones con elegancia... La palabra de moda era moderación. Perdón… ¿cómo? Poco menos de una semana aquí y hemos comido fuera casi todos los días y nos hemos bebido hasta el agua de las macetas. MO-DE-RA-CIÓN. Nada, no hay manera, la palabra se esfuma fuera de nuestro alcance y ahora, con un tremendo dolor de cabeza, solo podemos murmurar ese maldito ¡Nunca más!

Pero no necesitamos la excusa barata de un bar tentador. Nos prometimos que entraríamos en una sana rutina según llegáramos y que nos mantendríamos calmados sin reaccionar entrando al trapo a la primera de cambio. Pero ha sido llegar y todo nos parece una ocasión perfecta para reaccionar como dos núcleos de uranio en una lluvia de neutrones. Por ejemplo, conducir en Madrid no es la experiencia más civilizada del mundo pero puede ser relajada si te le propones. Sin embargo, en menos de 20 segundos al volante por una calle taponada, esa imagen paradisíaca donde el tráfico fluye en armonía sale por la ventana y el tema se convierte en una fosa infernal con un solo propósito: comer o ser devorado. Al salir por fin del coche, con los ojos desorbitados y jadeando, tenemos la sensación de haber cruzado un agujero negro. Miramos al coche incrédulos: Pero... ¿qué es lo que acaba de ocurrir?

Este mindful mindlessness parece una experiencia extracorporal, como si fuéramos nuestra propia audiencia viéndonos en una pantalla perder los papeles. Sólo nos faltan las palomitas. En ese momento de observación, entendemos que esta no es la manera más productiva de lidiar con la situación, pero por alguna razón misteriosa somos incapaces de pararlo. Y como si fuera poco, conseguimos no hacernos caso el uno al otro cuando nos intentamos hacer razonar y salir del agujero. Suponemos que a veces no podemos ser una sólida montaña de templanza y plenitud mental, y todo lo que queremos hacer es enrabietarnos, eso sí, con plena consciencia. Y así lo hacemos. Y luego nos avergonzamos y nos sentimos culpables claro, pensando que estamos perdiendo la batalla y que solo podemos restablecer el orden con otra fisión nuclear mental.

Pero al final de todo esto, aunque agotados, nos acordamos por fin de que juzgarnos no es ser compasivo con uno mismo. Tras un análisis profundo, mucho respirar y reflexionar sobre esos momentos oscuros, llegamos a la conclusión de que detrás de todas esas horas sentados en silencio y todos esos picores que no nos rascamos, detrás de cada charla, de cada retiro y de cada libro, sí que estamos aprendiendo a reconocer en cada reto una oportunidad para crecer (al menos hasta la próxima rabieta) y vemos que seguimos siendo humanos y que esto es un ejercicio continuo. Pero de momento nos relajamos antes, rectificamos más pronto y volvemos a sentirnos positivos, motivados y con más energías mucho más rápido que antes. Así que a pesar de todo nos felicitamos y esperamos que las próximas veces sean más fáciles.  Así de simple.


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